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Y luego, lo que dejó atrás. ¿En qué sentido era natal? José María Samper hacía un recuento encendido y repleto de añoranza de lo que, a su juicio, quedaba atrás; "la tumba de mi padre, las tradiciones de familia, la ceniza del hogar, las dulces memorias, los caprichos y los locos amores de la juventud, los amigos, la fortuna, la lbiertad, el aire, el cielo, los mil rumores vagos y confusos, y todo ese adorable conjunto de impresiones y sueños, de pesares y recuerdos, de infortunios y dichas, que se llama patria" (282).
2) La ciudad de Honda. Vieja, española, pintoresca (382), dividida en dos por el Magdalena, morisca u oriental en apariencia, de pesada mampostería, con colores en contraste, con altos cocoteros, de 5000 personas, portuaria, de escombros por el terremoto de 1805, agrícola y comerciante (383). La ciudad es un centro: hacia el sur de Honda queda el alto Magdalena, hacia el norte el bajo (384).
Y, entonces, El champán se apartó (385, primera línea). Ya todo era "la vegetación" (385). El "temible y monstruoso caimán" (385). Los "bosques enteros de cedros" (385). Y "los grupos de altísimas palmeras" (385). Y "un grupo de gisgantescas guaduas (bambús)" (385), &c.
Luego el río llamado "El Guarinó" (385). Y ahí mismo "la más preciosa llanura" (385). Palmeras, zainos y tapiros, "el terrible jaguar" (386), los pájaros (386, al comienzo).
3) El champán llegó al "puerto de la bodega de Conejo" (386). Tiene lugar el "contraste tan curioso" (386). De una parte, "el lujo de la naturaleza" (386). De otra parte, "el lujo de la civilización, de la ciencia" (386). Mejor dicho, de un lado, "el boga colombiano" (386). Y "más acá el europeo" (386, al final). De un lado, "el pesado champán" (387). De otro lado, "la chimenea, el pabellón y los mástiles y costados pintorescos del vapor Bogotá para protestar contra la barbarie" (387; letra cursiva mía). De una parte, "la chimenea del vapor" (387). De otra, "el mástil delgado, altísimo y secular del cocotero" (387).
4) Relata José María Samper "una escena admirable, como para aumentar los incidentes del contraste" (387). De una parte, los "cantos de la civilización" (388). De otra parte, el "himno mortuorio" (389), cantado por los "habitantes del lugar y bogas" (389). Concluye José María Samper: "en aquella escena salvaje, pero llena del encanto de la fe y la piedad, encontré más poesía y más religión que en los cantos del vapor Bogotá. La entonación era profunda y sombría, solemne a pesar de su rústica armonía y yo encontraba en esa escena una grande impresión y una enseñanza. La poesía es sin disputa la más sublime de las manifestaciones del alma en sus relaciones con Dios, el hombre y la naturaleza" (389; letra cursiva mía). Los conceptos de poesía y de religión eran cuantitativos y estaban estrechamente vinculados de alguna manera al concepto de lo sublime, &c.
5) Sobre el vapor, el progreso, &c (390). Y sobre el sentirse "agradecido" (390).
Sobre Nare: 391.
Uso del término yankee (391).
Sobre "Los antioqueños" (391, al final).
Sobre "la famosa Angostura, terror de los navegantes" (392).
Sobre "el encuentro del hermoso vapor Antioquia" (392).
Sobre "el hermoso río Carare" (392).
Sobre "el Opón, río bellísimo también" (392).
Mención a Gonzalo Jiménz de Quesada (392, al final).
Sobre el "enriquecido Magdalena" (395).
Sobre "las preciosas islas" y su paisaje asemejado al "bajo Danubio": ver 395.
Sobre "el romántico y hermosísimo río de Cimitarra" (395).
Sobre el "Mohan o Muán, divinidad terrible de las grutas y de los grandes pozos de los ríos" (395).
Sobre el pueblecito gracioso San Pablo: 395 al final y 396 al puro comienzo.
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6) Sobre "un grande escombro" (396); a saber, el cadáver del vapor Magdalena: ver 396-97.
Se encuentran al "lindo vapor Patrono" (397).
Sobre "el pueblo de Badillo", "el caserío lamentable de Las Pailas", la "Bodega del vecino distrito de Puerto Nacional" y "la aldea de Regidor" : ver el final de la página 397.
Descripción magistral "de bellezas" (398): ver el primer párrafo de la 398. Habla de las islas, de los sauces, de los caños, de las lagunas lejanas, de las playas, de las cuajadas de caimanes, de las garzas, del grullón, del jaguar, de los papagayos, &c,
Descripción magistral "de bellezas" (398): ver el primer párrafo de la 398. Habla de las islas, de los sauces, de los caños, de las lagunas lejanas, de las playas, de las cuajadas de caimanes, de las garzas, del grullón, del jaguar, de los papagayos, &c,
*** Sobre los vendedores
Me pareció todavía mejor la descripción de los vendedores que ofrecían a los pasajeros "alguna fruslería (...) conservas, frutas, cigarros, etc." (319). Samper los llama "la turba de vendedores" (399, penúltima y última líneas). Me pareció sobremanera llamativa la descripción de la vestimenta de las zambitas y zambasas: ver página 399 (alpargata, pañuelo como turbante, camisón de zaraza o muselina burda, arete de oro).
Y, luego, me pareció todavía más interesante la descripción de la "turba de vendedores dispersa sobre la barranca del puerto a la sombra de algunos árboles" (399-400). Estos vendedores ofrecían lo que Samper considera que se prestaba como "el regalo de los viajeros de menor cuantía y los navegantes" (400). Vendían "melones y sandías", "panecillos de azúcar ocañera, las cajetillas de suculento ariquipe, los atados de cigarros y los olorosos panes de maíz", &c.
7) Sobre "la aldea de Regidor" (400) que Samper califica de "pobre caserío" (400).
Había "multitud de palmas de cocotero" (400).
*** Sobre la danza llamada curulao, "la horrible síntesis de la barbarie actual" (404)
Por la noche tuvo lugar "una artiente sesión de curulao" (401). Es "la danza típica que resume al boga y a su familia, que revela toda la energía brutal del negro y el zambo de las costas septentrionales de Nueva Granada" (401).
Se acompaña con "los tamboriles cónicos y las flautas o gaitas peculiares" (400-401). Samper la califica de "danza extravagante" (401). El son era "ruidoso, monótono, incesante, de la gaita (pequeña flauta de sonidos muy agudos y con sólo siete agujeros), y del tamboril, instrumento cónico, semejante a un pan de azúcar, muy estrecho, que procuce un ruido profundo como el eco de un cerro y se toca con las manos a fuerza de redobles contínuos. La carraca (caña de chonta, acanalada transversalmente, y cuyo ruido se produce frotándola a compás con un pequeño hueso delgado); el triángulo de fierro, que es conocido, y el chucho o alfandoque (caña cilíndrica y hueca, dentro de la cual se agitan multitud de pepas que, a los sacudones del artista, producen un ruido sordo y áspero como el del hervor de una cascada), se mezclaban rarísimamente al concierto. Esos instrumentos eran más bien de lujo, porque el currulao de raza pura no reconoce sino la gaita, el tamboril y la curruspa" (401-402; letra cursiva mía).
Se llevaba a cabo en "la plaza de la aldea" (401). En el centro de la plaza había "una grande hoguera alimentada con palmas secas, alrededor de la cual se agitaba la rueda de danzantes; y otra de espectadores, danzantes a su turno, mucho más numerosa, cerraba a ocho metros de distancia el gran círculo" (401). Bailaban "Ocho parejas" (401). Llevaban los danzates "velas encendidas en la otra mano" (402). A Samper le dio la impresión de ser una danza lujuriante. En sus términos, los movimientos eran "movimentos de una voluptuosidad, de una lubricidad cínica, cuya descripción ni quiero ni debo hacer" (402). Danzaban y, a juicio de Samper, "algunas veces duran hasta dos horas tocando o bailando, sin descansar un minuto" (402).
Samper se da en la tarea de dar "la descripción de esas fisonomías toscas y uniformes" (401). Dice que "parecían sombras o fantasmas de un delirio, cuando se movían, o troncos de un bosque devorado por las llamas, ennegrecidos y ásperos, si permanecían inmóviles" (401).
Samper descubrió "el romanticismo de la escena" (401). Y lo descubrió al parecer por el siguiente contraste: "La luz rojiza de la hoguera, extendiéndose sobre un fondo oscuro" (401). El centro del ritual creaba una ruptura con el color de fondo, &c. Dirá después Samper: "la idea fundamental del romanticismo literario está en la libertad de exposición de los contrastes" (404). Esta es, sin lugar dudas, la afirmación más positiva de toda su narración.
Así interpretó Samper la danza. "Aquella danza", dijo Samper, "es una singular paradoja: es la inmovilidad en el movimento. El entusiasmo falta, y en vez de toda poesía, de todo arte, de toda emoción dulce, profunda, nueva, sorprendente, no se ve en toda la escena sino el instinto maquinal de la carne, el poder del hábito dominando la materia, pero jamás el corazón ni el alma de aquellos salvajes de la civilización. Ninguno de ellos goza bailando, porque la danza es una ocupación necesaria como cualquiera otra. De ahí la extraña monotonía del espectáculo" (402-403). Samper interpretó la danza como el girar "con la mecánica uniformidad de la rueda de una máquina" (402). Interpretó la vida de las gentes danzantes como "una manera de ser puramente mecánica" (403).
Samper se da en la tarea de describir al que llama boga (al final de la página 403). Él es "descendiente de África". De él dice cuantos vituperios se pueda imaginar. Dice que esa raza africana "no tiene casi de la humanidad sino la forma exterior y las necesidades y fuerzas primitivas" (403). Dice que "el boga del bajo Magdalena no es más que un bruto que habla un malísimo lenguaje, siempre impúdico, carnal, insolente, ladrón y cobarde" (403). Y agrega: "la familia del boga, que vive de pescado, en el sopor, la inercia y la corrupción, no podrá regenerarse" (403-404), &c.
A juicio de Samper, en las comarcas donde se baila el curulao alguna vez reinará la civilización siempore que "haya desaparecido el currulao, que es la horrible síntesis de la barbarie actual" (404, al principio).
8) (incompleto)
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