En el primer capítulo de la segunda parte Descartes concluye acerca de los fundamentos de su concepto de mundo: en primer lugar, que “todo lo que sentimos nos viene sin duda de alguna cosa”; en segundo lugar, que esa cosa “es diversa de nuestra mente”; en tercer lugar, que el ser humano carece del poder de sentir “una cosa más bien que otra” y que, por el contrario, el ser humano siente, dependiendo ésto “totalmente de la cosa que afecta a nuestros sentidos”; en cuarto lugar, que “percibimos clara y distintamente una materia extendida en largo, ancho y profundidad”; en quinto lugar, que la percibimos claramente, por cuanto Dios por sí mismo, no siendo engañoso, le muestra a nuestra mente la idea clara de “que existe cierta materia extensa en largo, ancho y profundidad, que tiene todas aquellas propiedades que percibimos claramente convenir a la cosa extensa” (42). En el tercer capítulo de la segunda parte Descartes añade que sólo el intelecto nos enseña cómo existen en sí mismos los cuerpos externos.
Pero es en el capítulo V de la Segunda Parte que Descartes afirma que es posible dudar “si la verdadera naturaleza del cuerpo consista en la sola extensión” (página 43). Ello es posible, por cuanto tenemos con nosotros, según Descartes, múltiples prejuicios.
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