Fue Gadamer en Verdad y método, quien logró exponer, si bien preliminarmente-puesto que no era su propósito hacerlo con exhaustividad-, lo que omitió la exposición acerca de Descartes que Heidegger hizo en Ser y tiempo. En su Rehabilitación de autoridad y tradición el autor de Verdad y método expuso una versión de Descartes diferente de la versión únicamente ponzoñosa o venenosa que expuso el autor de Ser y tiempo. Heidegger no rehabilitó el concepto de prejuicio que Descartes hizo en los Principia, ni, por ende, hizo la que Gadamer llamó “la pregunta central de una hermenéutica que quiera ser verdaderamente histórica, su problema epistemológico clave: ¿en qué puede basarse la legitimidad de los prejuicios?” (página 344). Por el contrario, fue Gadamer quien se propuso: “desarrollar en forma positiva la teoría de los prejuicios que la Ilustración elaboró desde un propósito crítico” (páginas 344 y 345). Es así que Gadamer fue quien hizo una introducción a los prejuicios o a los que Descartes llamó en sus Principia los juicios desconsiderados de nuestra infancia.
La teoría de los prejuicios elaborados por la Ilustración que en sentido positivo desarrolló Gadamer en Verdad y método comenzó por reconocer que Descartes convino con el siguiente principio de razón suficiente: “está el presupuesto fundamental de la Ilustración según el cual un uso metódico y disciplinado de la razón es suficiente para proteger de cualquier error. Esta era la idea cartesiana del método” (página 345).
Enseguida, la teoría positiva de Gadamer reconoció “que la verdadera consecuencia de la Ilustración no es ésta sino más bien su contraria: la sumisión de toda autoridad a la razón” (página 346). Pero en último término lo que esto significa es que la Ilustración convino con un principio de auto-enemistad del prejuicio, consistente este principio en que el prejuicio (radicalísimo) habría de guiarse sin excepción contra sí mismo. Así que para la Ilustración, “en la medida en que la validez de la autoridad usurpa el lugar del propio juicio, la autoridad es de hecho [nada más que] una fuente de prejuicios” (página 346), excluyéndose de este modo “que pueda ser también [la autoridad] una fuente de verdad, cosa que la Ilustración ignoró sistemáticamente en su repulsa generalizada contra toda autoridad” (página 346).
“uno de los mayores precursores de la Ilustración europea” (páginas 346-347): tal fue la aposición para Descartes que empleó Gadamer en Verdad y método. Descartes, como precursor de la Ilustración europea, fue caracterizado doblemente por Gadamer. Por una parte, tal y como lo hizo Heidegger en Ser y tiempo, Gadamer enfatizó acerca de Descartes en “el radicalismo de su pensamiento metódico” (página 347). Pero, por otra parte, tal y como no lo hizo Heidegger en Ser y tiempo, Gadamer dijo: “es sabido que Descartes excluye las cosas de la moral de la pretensión de una reconstrucción completa de todas las verdades desde la razón. Este era el sentido de su moral provisional” (página 347). Gadamer, dicho de otra manera, halló en Descartes no sólo un simple objetivismo histórico, como el que fue propio de la “buena conciencia” (página 371), la cual tiene de distintivo que “niega la historia efectual en la ingenuidad de la fe metodológica” (página 371) y que, efectuando de ese modo la negación, posibilita la consecuencia de “una auténtica deformación del conocimiento” (página 371).
Se sigue de Verdad y método de Gadamer que los Principia de Descartes no fueron plenamente ingenuos acerca de “el poder de la historia sobre la conciencia humana limitada” (página 371). Y, en segundo término, se sigue que el autor de Ser y término se empeñó únicamente en hacer inconsciente la historia efectual que se le impuso a los Principia y, en cierta medida, si bien mínima, que reconoció el mismo autor de los Principia. Dicho de otra manera, mientras para Heidegger el autor de los Principia, Descartes, tenía un horizonte totalmente cerrado en relación con el ejercicio no intelectual, para Gadamer lo que se pone en cuestión es precisamente “un nuevo reflejo romántico, una especie de robinsonada” (página 374), a saber: la interpretación radicalmente estrecha que hizo acerca de los Principia de Descartes no otro, sino Heidegger, para quien los Principia de Descartes eran, hablando ciertamente de forma ligera, nada más, sino una apología de “la ficción de una isla inalcanzable tan artificiosa como el propio Robinson, el presunto fenómeno originario del solus ipse” (página 374). Descartes en sus Principia no fue ciego a las exigencias de la llamada moral provisional. Es a favor de ésta conclusión que debe entenderse la siguiente conclusión de Gadamer: “la movilidad histórica de la existencia humana estriba precisamente en que no hay una vinculación absoluta a una determinada posición, y en este sentido tampoco hay horizontes realmente cerrados” (letra cursiva mía) (página 374).
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