Luego, dice que los hombres de estado (statesmen), creyendo que las autoridades supremas (supreme authorities) deben manejar los asuntos púbicos en concordancia con las mismas reglas de piedad, se piensan enemigos de la religión.
En tercer lugar, Espinosa se muestra convencido que, en sus propios términos, "la experiencia ha revelado todos los tipos concebibles de la mancomunidad (commonwealth), los cuales son consistentes con el vivir del hombre en unidad, e igualmente los medios por los que la multitud puede ser guiada o mantenida entre determinados límites fijos" (288, traducción propia). Por tanto, el autor, estableciendo un claro contraste con los llamados filósofos, dice no proponerse descubrir por meditación algo que sea inconsistente con la experiencia.
Entonces, el autor dice que ha resuelto deducir de la misma condición de la naturaleza humana únicamente las cosas que mejor concuerdan con la práctica. Y, en abierta oposición a los llamados hombres de estado, asegura que, teniendo la misma libertad de espíritu (the same freedom of spirit) que en matemáticas, investigará el objeto (the subject-matter) de la ciencia de la política con el fin de entender las acciones humanas, antes que burlar, lamentar o execrarlas, y con la condición de haber mirado las pasiones, "such as love, hatred, anger, envy, ambition, pity, and other perturbations of the mind" (288), como propiedades (as properties).
En quinto lugar, el autor reconoce que su tratado político se fundamenta en las pruebas, que hizo en su Ética, por una parte, sobre la necesidad del hombre para ser propenso a las pasiones y, por tanto, para caer en la lucha (to strife), buscando oprimirse el uno contra el otro, por más que cada uno esté persuadido de que la religión enseña a cada hombre a amar a su par como a sí, y a defender el derecho del otro tanto como el suyo propio; y, por otra parte, sobre la capacidad de la razón, cual camino inclinado y dificil de recorrer, para restringir y moderar las pasiones.
En sexto lugar, el autor asegura que, para asegurar la permanencia de un dominio, los asuntos públicos deberían ser ordenados.
Finalmente, introduce que el capítulo segundo pretenderá derivar las causas y las bases naturales del dominio de la naturaleza general o la posición de la humanidad.
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