1) Mill plantea dos preguntas generales y luego dos particulares. El respecto es "cualquier supuesto criterio moral" (81).
Las generales. "¿Cuál es su sanción? ¿Cuáles son los motivos de obediencia" (81)
Las particulares. "¿Cuál es la fuente de la que deriva su obligatoriedad? ¿De dónde procede su fuerza vinculante?" (81)
2) Y Mill asegura que hay "una tarea necesaria de la filosofía moral" (81). Esta tarea consiste en "proporcionar respuesta a esta cuestión" (81), o sea, a la cuestión planteada en 1).
3) Mill afirma, sin embargo, sugiere que hay que lograr "la moral establecida" (81), o sea, "aquella que la educación y la opinión pública han consagrado" (81). La característica de esta moral consiste en que "se presenta ante la manete como siendo en sí misma obligatoria" (81). Mill sugiere que hay que lograr "que, mediante mejoras en la educación, el sentimiento de unidad con nuestros semejantes esté tan profundamente enraizado (omo no podrá negarse que Cristo quería que fuere) en nuestro carácter y sea para nuestra conciencia una parte de nuestra naturaleza, de modo semejante como el horror al crimen está arraigado en cualquier joven bien criado" (82). (Ver 18), 25) y 27) de mis comentarios sobre ¿Qué es el utilitarismo?). El lograr la moral establecida es una dificultad, según Mill, que "no es algo peculiar a la doctrina utilitarista, sino que es inherente a todo intento de analizar la moralidad y reducirla a principios" (62).
4) Por consiguiente, decimos: como no hay una moral establecida, la que hay deberá llamarse según algún nombre, distinto como se llama la faltante. Habrá que distinguir, por tanto, la moral establecida de la moral provisional, como la llamó Descartes en el Discurso del método. Esta moral provisional será la que explicará Mill en el tercer capítulo de su obra El Utilitarismo, el que ahora mismo reseño.
5) A juicio de Mill, "el principio de utilidad (....) por lo menos no hay razón alguna para que no pueda contar con todas las sanciones con las que cuenta cualquier otro sistema moral" (82, al final). Y, entonces, distingue las sanciones externas de las internas. Y sobre las primeras dice que "no es necesario hablar demasiado" (82). Y sobre las primeras, las externas, agrega que hay "tres motivos" (83).
Primer motivo para sancionar externamente. "la esperanza de conseguir el favor" (82)
Segundo. "el temor al rechazo de nuestros semejantes" (82)
Tercero. "el amor o temor que el Regidor del Universo nos inspire" (82, al puro final). A este motivo Mill lo llama "la motivación religiosa" (83). Más adelante lo llamará "el sentimiento religioso subjetivo" (al final de la página 85; penúltima línea).
A los tres motivos o, en general, a las sanciones externas Mill las llama "las recompensas y castigo externos, ya sean físicos o morales, ya procedan de Dios o de nuestros semejantes, junto con todo aquello que la capacidad de la naturaleza humana presenta como desinteresada devoción por ambos" (83).
6) Al término de la página 83 Mill asegura: "Hasta aquí, por lo que a las sanciones externas se refiere".
7) Entonces Mill habla de la sanción interna del deber (83, al final). Y dice que es "siempre la misma" (83). Así que no sólo es una, sino única. Y se trata de "un sentimiento en nuestro propio espíritu, un dolor más o menos intenso que acompaña a la violación del deber, que en las naturalezas morales adecuadamente cultivadas lleva, en los casos más graves, a que sea imposible eludir el deber" (83). Este sentimiento "constituye la esencia de la conciencia" (84). Y es un "fenómeno tan complejo" (84). Mill escribe sobre él, diciendo que es "un sentimiento subjetivo de nuestro propio espíritu" (84).
8) Así describe Mill la complejidad del setimiento que sanciona internamente el deber: "aparece en general arropado con asociaciones colaterales derivadas de la simpatía, el amor, y todavía en mayor medida el temor, como asimismo de todas las formas de sentimiento religioso, de los recuerdos de nuestra infancia y vida pasada, de la auto-estima, del deseo de estimación por parte de los demás e incluso, en ocasiones, de auto-humillación" (84, al final del primer párrafo).
9) Mill da por sobreentendido, y expresamente dice que supondrá que es así, que "el sentimiento de deber es innato" (86, al final). En ese caso, dice que, de llegar a existir alguno de ese tipo, el sentimiento supuestamente innato del deber será "intuitivamente obligatorio" (86, al final), en cuyo caso "la ética intuicionista coincidiría con la utilitarista" (86, al final). Y luego Mill toma partida, en sentido inverso, cuando dice que "como yo creo, los sentimientos morales no son innatos sino adquiridos" (87, a mitad). Aquí hago énfasis en el plural. Ya no se habla de un sentimiento moral, sino de varios -se habla ahora de los sentimientos morales-. Pero Mill dice que el que sean adquiridos no hace que sean "por ello menos naturales" (87). En efecto, asegura que "la facultad moral (...) es un producto natural de nuestra naturaleza" (87). Y da analogías: "Es natural que un hombre hable, razone, construya ciudades, cultive la tierra, etc., aunque ello implique facultades adquiridas" (87). Asegura de la facultad moral, como la ha llamado, que "Puede desarrollarse (...) en un determinado grado" (87). La facultad moral puede alcanzar un grado sumo de desarrollo. Este se llama el "elevado grado de desarrollo" y se consigue "mediante su cultivo" (87). Y, sin embargo, advierte Mill que la facultad moral también puede "ser cultivado en cualquier sentido" (87). En sentido más general, Mill asegurará que "esta base de sentimientos naturales potentes existe" (88, al final).
1o) Mill detalla entonces lo dicho en 8). Dice que la "base" de los sentimientos naturales la constituyen "los sentimientos sociales de la humanidad" (88). Uno de estos, o el único-ya que no aclara la cuestión-, es "el deseo de estar unidos con nuestros semejantes" (88). A este deseo lo llama Mill "un poderoso principio de la naturaleza humana" (88). A este sentimiento lo llama Mill un sentimiento de asociación (88, penúltima linea). En la penúltima línea de la página 90 Mill lo llamará un sentimiento de unidad con todo el resto. Y luego en la página 91 hablará de "este sentimiento de unidad". A este sentimiento lo llama Mill "la convicción mencionada [que] constituye en sí misma una poderosa fuerza interna vinculante, que guarda proporción con la sensibilidad y madurez del individuo" (93).
11) Hay dos cosas que "como por instinto" (90) el hombre llega a atender. Por una parte, llega a "ser consciente de sí mismo como un ser que, por supuesto, presta atención a los demás" (90). Y, por otra parte, atiende "las necesidades físicas de la existencia" (90). Para el primero le motivan "tanto el interés personal como la simpatía (...) y la influencia de la educación" (90).
12) Mill se muestra completamente enemigo de ciertas "desigualdades en los privilegos que la ley ampara entre individuos y clases" (90, al final; letra cursiva mía). Y dice de estos privilegios legales que son "causa" para que existan "amplios sectores de la huamnidad cuya felicidad se pasa por alto en la práctica" (90).
13) Y sobre el contenido de la educación, de las instituciones y la opinión pública -ver 3)-, Mill asegura que es el "sentimiento de unidad" el que "ha de ser enseñado como si de una religión se tratase" (91). Y es entonces cuando Mill refiere al lector "la segunda parte de las dos princiaples obras de Comte, el Systeme de Politique Positive" (91).
No hay comentarios:
Publicar un comentario